Hace mucho tiempo que me planteo la idea de volverme escritora. Estaba
cursando secundaria cuando el pensamiento atravesó mi cabeza y se encajó ahí
donde van todos los pensamientos que no te dejan dormir. Desde ese día sentí la
imperante necesidad de poner el papel mis sueños, pintarlos de colores más
vivos y que se vieran lo bastante decentes para decirle a mis amigas que los
leyeran. No estábamos lo suficientemente grandes para comprender muchas cosas
pero nos gustaba imaginarnos en aventuras en el mar, en citas románticas y en
tragedias tristísimas. La mayor parte de las veces me escribía como la
protagonista de todo el drama, ocasionalmente inventaba otro personaje y le
daba vida a través de diálogos que poco a poco se fueron haciendo narraciones.
Me inspiraba en los actores que admiraba en aquel entonces, muchas veces por
flojera ni siquiera me daba el lujo de cambiarles el nombre, poco después me
daría cuenta de que lo que estaba escribiendo eran fanfics. Cuando entré al bachillerato mi nivel de escritura
disminuiría y los libros se volverían mi vida casi sin darme cuenta, abandoné
las historias en un rincón de mi cuarto y me puse a llenar mi cerebro de las
palabras de otras personas que provocarían, no mucho tiempo después, mi entrada
a la carrera que estudié.
Llegando a la Universidad me di cuenta de lo difícil que resultaba en
estos tiempos hacerse escritora, había recuperado mis ganas de escribir luego
de mi etapa de súper bookworm pero
lentamente las volví a perder en algún punto del camino. Había fijado mis metas
hacía otro lado y no pensaba mucho en mi sueño inicial de volverme una J.K. Rowling, encontré otros espacios en
donde podía desenvolverme bastante bien y no le tomé importancia a ese gusanito
que se iba metiendo nuevamente en mi cabeza que me recordaría diariamente que
yo debía escribir. El tiempo pasó, personas se fueron de mi vida y nuevas
llegaron a ella, sentía tanto y pensaba muchísimo, llegó un punto en donde
tantas palabras ya no me cabían y supe que tenía que regresar a escribir. Al
principio fue muy difícil, como si mis manos estuvieran hechas piedra, tenía
años sin plasmar mis pensamientos en el papel, tenía tanto tiempo lejos de la
pluma. Mis manos dolieron al inicio, mi cabeza se enredó porque no sabía cómo
escribir lo que deseaba, llegué a soltar unas cuantas lágrimas por la
impotencia de no poder, llegué a pensar en dejarlo definitivamente y no volver
nunca más. Luego miré a mi alrededor, me di cuenta de que el mundo en el que
vivo es muy complejo, que las personas cada día se vuelven más difíciles y que
por ende mi vida se iba a ir tornando más difícil, ¿qué haría entonces? Los
libros serían un escape muy potente de esos momentos pero…
Escribir. Esa era la única solución a mis pensamientos tormentosos, a
mis sueños extraños, tenía que escribirlo todo, pero también quería compartirlo
todo. Muchas veces encontré un poco de alivio leyendo las experiencias de
alguien más, ¿por qué no compartir las mías? Quizá alguien encuentre lo que
busca leyendo estos desvaríos.